12 diciembre 2005

Costumbres y Penélope ha regresado



costumbres
ulises sigue navegando por los mares pacíficos. penélope lo espera, se despereza, se desespera y entra al metro. el rodillo anda sin hilo y la noche vale eterna. entonces, después de una larga noche desvelada, regresa a la casa de mañana.
él, como casi siempre cuando regresa, la espera, se despereza, se desespera y entra también al tren.
ella comenta a una amiga, frente a la rueca, cuando ya ulises vuelve al mar: "digamos, tan sólo, que somos un par de adorables animales de costumbres".

penélope ha regresado
penélope llega. ancla sus largas pestañas de mármol sobre la mirada negra de un bailarín ruso y reclama: ¿y a mí, quién me ha esperado? es por eso que el océano perennemente cuelga solidario.

21 octubre 2005

Poupurri de seudo-aforismos y otros entremeses



las minas del rey salomón
a minita
nacen pepitas de oro en las montañas. florecen centelleos tenues y delicados que emergen de sus profundidades. ella ubica la sombra que brilla en los rascacielos y yo puedo caer desde su magnífica belleza. el rito impera rematado entre sus cartas. sus visitas a este templo incógnito que me anida eleva esa montaña de luminosidad que reina en el extremo pacífico. la ceremonia, sin embargo, se atrasa cada vez más cada año. un día decidiremos que los seres humanos actúan sólo en forma pedrosa y dios debería dinamitarnos. la naturaleza, a pesar de, radica más en la benevolencia. crea volcanes, y como nosotras, se conforman con lanzar fuego por la boca.

el misántropo
el asiento continuo continúa vacío. la sombra se ha venido a depositar, con rebeldía, a dos metros de distancia, que es casi el infinito. el odio corta lo salobre del espacio. se entrecruzan cuchilladas de miradas lácteas entre ellos y el misántropo siente que un pedazo de sí mismo se desprende de él y se aleja.

error de precisión

galileo galilei aprovechó una equivocación. el mundo no se mueve, los que se mueven son los autómatas.

de lo efímero y otras falacias

disculpando a los filósofos, dudo que la nada exista. ocuparía demasiado espacio para no verse.

insomnio
dormir sin sueño, sueño dormido dormitando soñar en un ensueño tropical, sin dormir con sueño, sueño despierto, soñoleando dormir entre tus fríos brazos.

12 octubre 2005

viajeros



insularismos continentales
a santiago de chile

recorren erectos las calles, con esa gravedad a medias que tienen los que en el bolsillo descubren el universo. la ciudad se preña de gente, de yupis y gentels, de smokings y lentejuelas baratas, de burócratas y redactores de proclamas, de argentinos y mañanitas, mojitos y empanadas, de tortas de cemento y de asfalto relleno de periódicos locales. y caminan las luciérnagas en pleno sol. el rojo cubre el barro, pero no se ha derramado la sangre de revoluciones; sólo dos o tres tiros que se han encomendado a un dios en el que no creen. la música está presente en los que corren y esto les sirve de antidepresivo cuando duermen. los edificios le siguen sirviendo de columnas, a la gente, como estrenos atrás, pero nadie sigue viviendo en ellos. es que se hallan en las alamedas y no se han percatado de su inmovilidad, flotando fugazmente sin sueño; un insomnio que ni los sea harriers han despertado.


líneas paralelas

un avión cruza el atlántico llevando consigo 150 personas que no mirarán sus rostros por temor a verse en un espejo. otro avión, hacia occidente, se dirige al pacífico con 200 turistas armados de cámaras fotográficas. otro más tropical y primitivo, levanta vuelo pesado hacia la ciudad de los rascacielos con 300 personas a bordo que lo sobrecargan con neveras llenas de pescados frescos, cajas de plátanos y postales paradisíacas. uno de ellos sale del polo sur, tan sólo para un encuentro romántico con groenlandia mientras varios de ellos, pequeños y febriles, se estrellan en las rocallosas. he de preguntarme entonces: de todas esas líneas paralelas cómo pudimos cruzarnos en el camino tú y yo.

clases de aviación

cuando se viaja se toman precauciones innecesarias. se catalogan las incertidumbres alfabéticamente, los libros de borges entre reaccionarios y nocivos, y se resalta el morbo o la ternura del álbum turístico de un viejo dictador cualquiera. todo lo innecesario que el mar, muy probable, se tragará. no acaecen seguros imprevistos, sabe el viajero, para eventuales metamorfosis. adempero, bien vale estrellarse contra una vaca que tratar de superar la crisis del petróleo. la sugerencia en desastres de esta naturaleza es enredarse en el abundante ramaje negro de una bonita cabellera y como una mosca aerodinámica, capaz de deslizarse a 100 kilómetros por hora y jugar al surfing deportivo, empezar a aprender a volar. esto tiene sus inconvenientes. pero ante la probabilidad de cábala de no poder convertirse en un bicho volador brotan otros vuelos alternos. la transculturación puede servir en ciertos casos, pero ojo, no vaya a ser que se convierte en un delfín en los andes con rumbo suicida o el hecho de que intente planear con una ventisca tiernamente homicida por el estrecho de magallanes. en todo caso, viajar lo puede hacer cualquier gallo. sobre todo en un viaje transatlántico por las grandes alamedas que oscilan pacíficamente desde tu cráneo hasta aquellos ancestrales vientos del sur. cuando se viaja, ya dijimos, se toman precauciones innecesarias; las necesarias nos convierten en piedras, como la mujer de lot.

reflexiones de una escoba

una vez me ilusioné con una escoba. guapa la escoba. tenía el torso recto, espacialmente hablando, fibrosa, de greñas rizadas, casi infantiles, de mirar enojado, pero simpático, como quejándose de la luz artificial o de la deformidad de las esquinas. ¡qué cuello el de mi escoba!, ¡qué mirada escondida la de mi escoba!, ¡qué parentesco tan genial con maclaren el de mi escoba! y bailaba con ella cuando niña (literalmente, aún conservo aquella cintilla azul de nuestro baile) y no permitía que nadie barriera con ella sino yo. era mi escoba. una mañana cualquiera, pusieron alfombras en mi casa y, ni modo, llegó repentinamente la aspiradora.
de allí en adelante busqué en todos los limpiadores del hogar, un sustituto, algo que se pareciera a su genialidad: un plumero, un lavaplatos, un paño hidráulico, un detergente quitamanchas, un roceador experimentado en limpiezas puritanas, un... y fueron tantos los momentos de buscarla que cuando me cansé y la olvidé por fin, descubrí que la casa estaba viva y que al aire que pasaba por su estructura no le quedaba ni el más mínimo polvo.

comunicados de prensa



comunicado de prensa I
cabe destacar lo siguiente para que conste en público. no se trata de no creer en dios o de que dios no existe, no se trata tampoco de creer demasiado en un dios, o que dios es todo o es nada; en realidad sólo se trata de crearse (y creerse) el dios que le dé la gana a usted y punto.

comunicado de prensa II
cabe destacar además, para que conste en público, que dios se la pasa el día riéndose de sí mismo según bertorl brecht. quizá también un poco de nosotros.

informe de la situación
aprovechemos un hábito de ahorro sexual. lo que recomendamos los expertos es un 10% de esperma empaquetada por aquello de que el mercado fluctúa a base de acumulación.

pasitos de bebé para evitar el contagio de la tristeza



1) usualmente la tristeza se confunde con la influenza. no se equivoque ni recurra al curandero de la botánica. no malgaste dinero comprando jarabe para la tos. en realidad lo recomendable en este momento inicial de la condición es pensar en la inmortalidad, siguiendo las indicaciones de la prescripción y tratando que la etiqueta no olvide detallar el riesgo de convertirse en un cocodrilo o un miembro del partido de mayoría.
2) pasado el momento inicial, lo demás no resulta tan penoso ni tan crítico porque de antemano conoces las condiciones de represión en este país. estás preparado para afrontar el desarrollo de tu enfermedad con el mayor escepticismo y eso prueba que la tristeza puede transformarse por completo. lo recomendable es practicar el ocio a cuestas, la inmovilidad exenta de contribuciones. sencillamente el menor movimiento circular representa vida y ya no podrías volver atrás porque la indigestión estomacal haría tal orquestación de retortijones que estarías padeciendo de paranoia tamborilera o de serias crisis musicales con el culo. remedio suicida ante tal eventualidad: pensar que dios es la negación absoluta de la mierda y la expeles con implosiones de domingo o pondrás récord de estreñimiento nacional.
3) si aún la tristeza permanece intrínseca como una rémora enamorada sobre tu piel, desdóblate con lentitud, de manera que la vestimenta que eres sea revertida con tus órganos más o menos vitales, llenos de flores matusalénicas y películas de disney, por lo cual es seguro que te enajenes y nadie dará cuenta de tu pésimo estado. si no, de todas formas puedes respirar por las mangas de tu camisa, utilizar los botones de pezones y hacer latir el bolsillo de tu corazón con alcanfor, sin profundizar en la erección de la cremallera ni el hecho de que utilices tus calzoncillos para pensar o proteger tus pensamientos del sol.
si nada de esto te funciona, no hay remedio. la tristeza está enamorada, y para pasiones no hay remedio médico que valga. en todo caso podrías intentar la involución, pero consejo amistoso, eva nunca tuvo nada que ver con todo esto. la culpa de todo la tuvo el primer átomo.

ausencia y otros demonios



ausencia presente

criticar la pose aún cuando estés presente.
alabar el momento de tu ausencia.
maldecir la distancia cercana.
el coro repite slogans de moda
y en el mar de los sargazos
se empozan algas mitológicas.
es día de victoria, no lo dudes,
donde corremos amados desnudos libres
por la nieve
para no colapsar.


de la ausencia y otros demonios
el sexo, la cama, el alcohol
todo envuelto en llamas
la calma, la prisa, el desamor
todo envuelto en llamas
un lugar, el mundo, este cuarto
la ausencia, el fuego, el hastío
y el final de los tiempos
todo envuelto en llamas
no hubo remedio
irremediablemente
se hizo la luz.

días contados


si supiera contar mejor, o hasta diez (que es suficiente), diría que vivo con los días contados. no es que me convirtiera de la noche a la madrugada en un tierno asesino que enamora escarabajos bajo la luna. tampoco es que haya decidido embarcarme en un viaje del carajo a las islas Galápagos en clara intención de escapar, por aquello de haberle robado varios bacanales y otros cientos de trasnochadas. lo que me acerca al final aparece mucho más simple y cotidiano y no por ello menos mortal: la congoja que embargan mis propiedades corpóreas al deshojar el almanaque.
desde que tomé conciencia del poder de deshojarlo con cada día que pasaba, la vida ya no tuvo el mismo modo de mirarse. los días pasaban a grandes patadas, brincando o arrastrándose por el suelo, dormían, fornicaban o se detenían sin ton ni son. el lunes, por ejemplo, voló hace una semana atrás, dejándonos con una modorra sólo superable con la trasnochada del viernes. ni hablar del martes, que se volvió tan loco que consideró convertirse en un mártir de la causa y en su estilo muy kamikaze se lanzó con todo y bomba dentro de un centro comercial en la hora de más ahorro. antes de morir declamó todas las consignas socialistas más conocidas, improvisó varios sonetos no muy originales y, ni modo, suspiró por última vez con la internacional. el que menos esfuerzo me causó de arrancarle fue el miércoles. sentado, se sentía como todo un rey midas, esperanzado de ser la yema de un huevo. la barriga se le resoplaba y la mira en mi ojo cortante advertía el justo medio en dónde lanzarle la primera bala, certera como sus propias necedades. no hubo necesidad de ello. el pobre no resistió que llegase alguien más alegre y joven que él, así que terminó en las tertulias literarias de entertainment guy , tipo las vegas, con gabardina verde y compartiendo con dos o tres viejas que le pedían las canciones de sandro de américa. fue sustituido por el jueves pre-sexy-social. este chico, contrario a su antecesor, me causó algo en la semana que no pude tragar con facilidad, como cuando el gusano de la tequila se lanza en un clavado perfecto a través de la tráquea y ya no sabes si lo recibes ahí por pura lujuria o incompatibilidad emocional. era tan fresco, tan inocente, tan jovial, tan alegre. reinaba. no se embriagaba como el viernes, que de puro escape corría desnudo e inconsciente por las calles de la ciudad, escupía el living alfombrado y consideraba que el mejor estado edípico era creer que estaba en la selva de chiapas o en la habana de fidel. menos asqueado que el viernes, menos libertino que el sábado, se iba a escuchar tangos a la plaza italia, regresando a la hora advertida para el último trago, que no pasaba de las doce. de seguro mataba de la risa al domingo, cuando éste, aburrido como era, hablaba solo desde su galería. usualmente hablaban del viernes y del sábado que de puros degenerados debían excluirse del calendario. el jueves lo escuchaba y le daba palmadas gentiles sobre la espalda y le decía que después de todo, seremos sacados del calendario y como el ave fénix, volveremos a surgir de las cenizas y el pobre domingo, con sus eternos vientos de cuaresma que me hacían sentir como si estuviera en la vieja instantánea familiar que se muere de nada en la cocina, se lo creía todo porque el jueves era y será un tipo con mucho duende.
es lunes otra vez sobre la ciudad y aclaro que tengo los días contados. pasan sobre mí como una aplanadora y sin seguros de vida en favor de accidentes imprevistos. con cierta nota alcaloide, en sus ojos veo toques de revancha que me miran y terminan, inevitablemente, deshojándome.

a mis perros

a mis perros,

bravura divina
filosofía spyniana

al perro bravo lo domino yo, al sumiso que lo domine dios.

parafraseado de un hombre y un perro
- dudo que vengas del lobo – dijo el hombre.
- y yo dudo que vengas de dios. –respondió el perro.


albanta
recorres la tierra de extremo a extremo. cerca, aunque distanciadas, pastan las vacas, esos seres mitológicos que tanto te atormentan. no es un tormento que te quite el sueño, atañe la curiosidad innata, el placer genuino de tu juventud, salta que salta, impidiéndote profundizar sobre las propias estupideces de tus actos sin razones ni protestas. pero igual lo realizas porque dentro de tu mundo te sientes libre, dentro de tus cuatro espacios el mundo afuera se mueve y no te pertenece. tú saltas, tu muerdes, tú corres, ingenua, puros brincos del alba, marcados como la aguja del reloj. sin embargo, mientras las vacas se acercan, invariablemente, como todas las tardes, suena en el cielo la tormenta y tú callas, tímida y respetuosa, porque los dioses, que parecen vacas, deben estar enojados. y por eso si hablan sabes que debes callar. el universo de los mayores no te apetece. tú prefieres quedarte así, callada, tranquila, frente a la furia de la apertura de las cosechas. entonces me observas latir a tu alrededor mientras te llamo. ha comenzado a llover y no reconoces el poder de mis propios aullidos. es que para qué responder; tú mundo perfecto, tu mundo al revés, se va contigo y yo ya no puedo ser el dios que te llama por que los dioses no llaman, escuchan. La tormenta arrasa con tu casa. mi casa, con tu plato, mi plato, con tu comida, mi comida. las vacas se han ido. tú también. habrá otros días que atardezcan con otras vacas. habrá otros días de tormenta. Y de seguro habrá otros días donde tú muevas tu rabo alba, blancuzco, como los péndulos. y donde yo me quede esperando, como las reses cuando continúan su rumbo, impávidas ante la muerte, tu retorno.

el diablo

aprendí, al conocerlo, que los cacharros no se dicen como se quieren decir ni son como lo que son. caminaba por buenos aires y pisaba a gigantescos zancazos toda la avenida rivadavia. vestía un jersey negro y hablaba de ser un tipo como goyeneche, hasta que caía el invierno. entonces se entristecía como es usual y ya no lo veíamos más, invernando en silencios sustanciales. regresaba en la primavera, cargado de añoranzas y utopías de clase proletaria además del polvoreado smoking bohemio. abría las ventanas y desnudaba su pecho plano donde humildemente había tatuado un petirrojo rojo. llegó el día que, incluso, le vimos llorar como magdalena por pura indignación ante la triste caída del precio del azúcar y ni recordar su eterno malestar con la competencia desleal de los políticos hacia su persona.
pobre diablo, aunque se hartase de dictarse muy viejo y muy diablo, aún conservaba intacta la melancolía de los que alguna vez han soñado.

malabares

comienza el circo. salen los payasos, los leones, las hienas. la mofletuda del circo se ríe y cuatro veces al día me habla mi vagina, cotorreándome, por espacio de diez segundos cada vez, seguro canturreando su conjuntivitis. otras veinte veces, a lo mejor, mis pezones abrirán sus ojos saltones frente al espejo. sin incluir las cincuenta razones por las cuales mi cuerpo moverá sus transatlánticas nalgas a través del smog neblinoso de la ciudad ni las cien veces en que el reino de mis ojos mirarán el movimiento de los astros que cuelgan en la pared de tu cielo. y es allí, donde por suerte reconoceré que mi tronco corpóreo corresponde al ardid de estos años que me alojan y ni un solo vello de mi existencia, ni en mil años, se desmoronará ante todas nosotras, las que nos habitamos.

voluptuosidad genética

escucho con sorna que el carácter ensancha el espíritu. ¿entonces creen esa es la razón de mi voluptuosidad genética? ¿qué opinarían ahora de mi llamativa voluptuosidad los átomos que se acuartelaron en mi pecho? ¿hallarían gemidos provocadores a mis espaldas los que me anteceden o suceden? ¿borrarían las miradas lascivas y la esperma de baba que dejó su rastro de sangre en la arena?
no fue así en el estreno estacional primogenio, cuando todo permanecía hermoso y salvaje, cuando era pequeña y amorfa plasticina. entre más ingenioso y original se convertía mi carácter, más veía mis senos comenzar a flotar alzándose dos grandes esferas que circulaban el cielo. era fabuloso sentirlas libidinosas en la gravedad, asociar acoginable con encojonable y sentir que a la altura que quedaban nadie tendría necesidad de arrodillarse. de primera intención el movimiento, la brisa fría o el agua de azahar las convertían en toronjas maduras y era de puro orgullo de hembra ver que la mira de los ojos de un hombre iba disparada hacia el inigualable pezón izquierdo, que por puro revolucionario consistía en el primero en levantarse del sueño, hasta dirigirse hasta el derecho, más democrático, y por ello, más burócrata. pero transcurría la modorra con los días, y ya no tan sólo se ensanchaba el espíritu pectoral. ahora además de la gallina pechugona en mi torso desnudo, se inflaban las caderas, el clítoris, la montaña rusa de mi espalda y el esternón. la materia se engrandeció a niveles tan descomunales, que ese instante también comenzaron a levantarse mis palabras. gritaban al unísono, mientras discernían entre alguna tonta teoría platónica y la evolución en reversa del sexo en las ballenas. y ya no fue tan levitante el vuelo sobre el recuerdo del primer sostén, ni verlas tan deprimidas cuando comenzaron a bajar el rostro, antes orgulloso y juvenil, y ahora cansado y agrietado. para par de males, tardaron mucho en dejar de crecer, perdiendo la cuenta del tiempo y espacio. cuando lo dejaron de contar, ¡por fin!, sintieron que el mundo transcurría como un minúsculo microbio dentro de sus inmensidades catastróficas.
resulta plausible que, en ciertas coyunturas, se levanten con cierta modestia, en otras oportunidades, hasta un oso dormiría infantilmente sobre ellas y entren días en que la única esperanza convenga sonreír de cara al sol. pero el pasado es irreversible genética, y por más que busque utópicamente el origen de la materia plana, ese rasgo tetónico del espacio y espíritu seguirá, inevitablemente, instaurado en mis condolencias.

sobrepeso

pienso que habita un hueco tan gigante casi de la misma densidad de la capa de ozono en mi complexión. subsiste allí desde la era mesozoica, fosilizado de los sinsabores del género humano. las dimensiones son inconmensurables (o inmediables) porque cada día se expanden a 100 kilómetros por hora. si sigo así tendré que usar tallas triple extra grande por el resto de mi vida, o peor aún, competir con la gorda más rolliza del circo más famoso del mundo. competirán nuestros propios pesos vivenciales, pero ya que el aire no tiene peso, perderé la suerte junto a la lotería, lo mismo que todos los viernes. y como se puede estar peor cuando todo empeora, me supongo que me sentiré conectada con el pejesapo que chochea alegremente en el estanque del jardín, quizás volaré entre las olas con un deforme y bello pez globo todo lleno de espinillas juveniles o, para colmo, a lo mejor serpentee sin control en las suaves profundidades del caribe convertida en un chapín de lo más gracioso. da igual. perpetuamente me ha gustado el mar. es el único lugar donde caben mis mortales suicidios. no quepa la menor duda, desde los acantilados más feroces donde se han estrellado gaviotas freudianas hasta las más calmosas playas, destinatarias de turistas y náufragos insaciables, hay espacio, no lo dude usted, para todos (dimensionalmente hablando).

claustrofobia, yo

siento, entrañablemente, aún con el pecho abierto, que estoy encerrada. entre libros, música y luciérnagas de madrugada construyo mis barrotes. la luna que se refleja a través de mi ventana cerrada resopla sobre las trenzas de una niña que se ríe tal diosa en una vieja fotografía familiar. al otro lado del mundo continúa un hombre torturado por sus ideas, pero ella ríe con su genuina inocencia e incomprensión. no puedo advertirle que el mundo afuera se cae a pedazos por que aún no me conoce, aún ella y yo no congeniamos, ni en la primera menstruación ni el primer orgasmo. en su mundo no entran las torturas ni los marginados, ni las injusticias ni la maldad; su mundo pertenece al país de nunca jamás. es la alicia que duerme entre rosas y eucaliptos, con la impresión eterna de arropar hasta el cuello a la bella durmiente para no encontrarse con aquella otra niña degollada que vio por la tele o aquella otra que anda envenenada, cubierta de patéticos y verrugosos enanos flotando sobre el támesis. fueron, me dirá cuando crezca, (¡vaya tiempos aquellos!) tiempos de futuro; pero yo sé que eso no consta y aún así no quiero herirla. por eso guardo su recuerdo en una gaveta bajo llave, llena de dibujos de casas mayores y poemas de estricto amor, donde aún sigue sonriendo en el tiempo, no sé ya si por costumbre, ignominia o puro desconocimiento de la situación.

sonia

recuerdo que entre las que convergen en mí, me viene a la mente aquella que, arrinconada en la esquina, observaba en derredor con la sana curiosidad de un asesino. ¿han hablado con ella últimamente? permanecía, la veía en ocasiones, quieta como un camaleón enamorado, vistiéndose de cada sustancia tras los vaivenes del destino. inspiraba su soledad de niña endemoniada; sus ojos veían quietos cada instantánea de vida que nos tomamos juntas, porque recordemos, que nosotras besamos con la misma boca-bahía, fornicamos como tarántulas en celo y partimos de una metáfora convertida en cabellera alborotada, la de una mujer escaparate, en donde nos acuartelamos. sonia constituía la esquina en donde cada una se apoyaba, sin faltar los celos de las demás, bajo la sólida y mordaz mirada de sus ojos pardos, latentes, de niña caprichosa. ella nos guiaba y nosotras nos movíamos, cautelosas, seduciéndola. sólo que inmutable ella no se subordinaba a nuestros fieros vicios solidarios. incluso, alguna pensaría que pertenecía al mundo de los muertos, que desde el exordio ocurría de dicha manera. no se muere, sin embargo, lo que nunca estuvo vivo. convertida en un ángel caído sacado de los infiernos, divirtió mucho, con su caos trastornado, a lucifer. pero ahora mismo creo que se dedica a retener el tiempo mientras navega por sus propios mares tormentosos cuando no va a cazar algún minotauro imaginario. no se asusten con lo contado. la última vez que la vi lloraba entre boleros, en su propia esquina perdida. posiblemente llovía en una ciudad sin cielo. y ninguna, por más que queramos, queda inmune a eso.

todas las mujeres


creo cabalmente que todas en el fondo tenemos una puta dentro de sí. ¿nos han visto en la calle? cómo cabalgamos, cómo movemos nuestras armaduras, cómo formamos ladrillos sin tropezarnos inútilmente. los objetos no chocan con nosotras, se echan a un lado para dejarnos el sendero amarillo. no pasamos inadvertidas para las puertas, saben que no concurren onanismos más geniales que los de las astillas cuando una mujer se desliza a través de ella. mientras nos alargamos, en ese instante moribundo, el olor que nos tropieza entre los muslos inunda en dirección hacia la pescadería. Y se complejiza la tarde en el mercado.

allí no basta con mirar el marido ajeno, para que andemos destejadas como gatas al acecho. inmediatamente detectamos que, las otras, le arañan la mano a éste para que el pobre no esconda su propia soga matrimonial (esos diabólicos aritos muy simpáticos e inofensivos), le martillan la nuca al amante o se aferran a las encinas del amigo, y se miran, mientras realizan un inventario del mes.

a mí eso no ha de preocuparme mucho. yo sólo voy a la pescadería a reconocer mis propios olores, para distinguirme de ellos en la calle, para aprender a tropezar con cuánto muelle que espere a una sirena, para permitir que las puertas reconozcan que malgastan demasiados espermatozoides con sus propias lujurias arbóreas, para retar a la muerte en las rayuelas con esos aritos circunspectos, y para permitirle a la puta, que descanse, aunque sea de vez en vez.

me introduzco

decido jugar a la bibliotecaria y encuadernar los recuerdos de la indivisa personal de las que me residen. rompo así en calor y a puerta abierta. el desnudo se viene a contravientos. decide posar hacia la semilla, allí donde se ubican las vísceras de los sueños pervertidos, de las fotografías sepias de antaño, de las realidades calcinadas en el horno donde he soñado una vida simple, amorfa. unifico mi múltiple albor, el que salta airoso de la linterna. se apaga frecuentemente, pese al gasto de gas propano. las recomendaciones de mi psicólogo, en estos casos, no obran tan descabelladas: tener disponibles a la mano cualquier otro gas: lacrimógenos, suicidas, románticos, oxigenados, sicodélicos, licuados con ajenjo y olor a rosas.

pero cómo se me olvidan sus indicaciones ante la insidia de sus negros ojos demoníacos.

en aquel momento recurro a medidas trascendentales: embotellar un rayo de sol (luego de rayarlo en tiras finas como las grandes alamedas) en una botella al mar, por supuesto, con un cuerpo con alto calibre de clandestinidad, abrazarse con una lámpara por 3 minutos hasta que ésta funda su energía o transmita los 100 watts de un onanismo forzado, o esperar a que la humanidad crucifique a otro judío para crear una oscuridad tal que haya necesidad de succionarle toda la energía posible a las verduras.

habría de reírme, pero de nada sirve.

es cuando, ante el éxtasis espiritual de cada visita al consultorio de mis múltiples fantasmas, que mi cadavérico olvido de mí misma logra que mis demonios internos, esos entrañables ángeles caídos que moran en mí, devuelvan la luminosidad robada y salgan en estampida de búfalos, como en días de carnaval.

se encuentran ustedes, a la sazón, cordialmente invitados a detenerse en el solsticio de invierno con su magia desvirgadora, sus consecuencias y orgías espirituales.

notificación del cirujano general : y el que advierte, no es traidor.