12 octubre 2005

sonia

recuerdo que entre las que convergen en mí, me viene a la mente aquella que, arrinconada en la esquina, observaba en derredor con la sana curiosidad de un asesino. ¿han hablado con ella últimamente? permanecía, la veía en ocasiones, quieta como un camaleón enamorado, vistiéndose de cada sustancia tras los vaivenes del destino. inspiraba su soledad de niña endemoniada; sus ojos veían quietos cada instantánea de vida que nos tomamos juntas, porque recordemos, que nosotras besamos con la misma boca-bahía, fornicamos como tarántulas en celo y partimos de una metáfora convertida en cabellera alborotada, la de una mujer escaparate, en donde nos acuartelamos. sonia constituía la esquina en donde cada una se apoyaba, sin faltar los celos de las demás, bajo la sólida y mordaz mirada de sus ojos pardos, latentes, de niña caprichosa. ella nos guiaba y nosotras nos movíamos, cautelosas, seduciéndola. sólo que inmutable ella no se subordinaba a nuestros fieros vicios solidarios. incluso, alguna pensaría que pertenecía al mundo de los muertos, que desde el exordio ocurría de dicha manera. no se muere, sin embargo, lo que nunca estuvo vivo. convertida en un ángel caído sacado de los infiernos, divirtió mucho, con su caos trastornado, a lucifer. pero ahora mismo creo que se dedica a retener el tiempo mientras navega por sus propios mares tormentosos cuando no va a cazar algún minotauro imaginario. no se asusten con lo contado. la última vez que la vi lloraba entre boleros, en su propia esquina perdida. posiblemente llovía en una ciudad sin cielo. y ninguna, por más que queramos, queda inmune a eso.