12 octubre 2005

sobrepeso

pienso que habita un hueco tan gigante casi de la misma densidad de la capa de ozono en mi complexión. subsiste allí desde la era mesozoica, fosilizado de los sinsabores del género humano. las dimensiones son inconmensurables (o inmediables) porque cada día se expanden a 100 kilómetros por hora. si sigo así tendré que usar tallas triple extra grande por el resto de mi vida, o peor aún, competir con la gorda más rolliza del circo más famoso del mundo. competirán nuestros propios pesos vivenciales, pero ya que el aire no tiene peso, perderé la suerte junto a la lotería, lo mismo que todos los viernes. y como se puede estar peor cuando todo empeora, me supongo que me sentiré conectada con el pejesapo que chochea alegremente en el estanque del jardín, quizás volaré entre las olas con un deforme y bello pez globo todo lleno de espinillas juveniles o, para colmo, a lo mejor serpentee sin control en las suaves profundidades del caribe convertida en un chapín de lo más gracioso. da igual. perpetuamente me ha gustado el mar. es el único lugar donde caben mis mortales suicidios. no quepa la menor duda, desde los acantilados más feroces donde se han estrellado gaviotas freudianas hasta las más calmosas playas, destinatarias de turistas y náufragos insaciables, hay espacio, no lo dude usted, para todos (dimensionalmente hablando).